La última sacudida del Cultura Inquieta 2012




Juan Rozoff
Festival Cultura Inquieta 2012
Hospitalillo de san José (Getafe, Comunidad de Madrid)
28 de julio de 2012


Fotografías de Juan Miguel Leal
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Crónica de David Alcácer

La música en directo se despidió por este año del festival con el concierto de una auténtica cola de lagartija de edad indeterminada. Por su despliegue sobre el escenario podríamos pensar que se trata de un adolescente; por su saber hacer musical, de un veterano curtido. Pero quienes se reúnen -nos reunimos- cada verano en el patio del Hospitalillo no saben de edades ni tienen en cuenta orígenes, el único pasaporte válido es el musical.  Y en ese ámbito el franco-español es ciudadano de pleno derecho: Teclista, guitarrista, cantante, showman y, sobre todo, un derroche de energía y entusiasmo contagioso capaz de atraer a la órbita funk al "Light my fire" de The Doors. 

Pero el grueso del repertorio fue de cosecha propia. Y no sólo del propio Rozoff,  también de los Perros Metálicos, que es como se hacen llamar saxofonista y trompetista de la formación, cómplices en todo lo que proponía -en lo musical, las coreografías, las bromas,... - el denominado Prince francés... aunque el concierto se cerro con un rendido homenaje a James Brown

El teclista, Jay Murphy, por su parte, aportó la luminosa "Welcome to jam". Y es que hasta cuatro componentes de la banda tuvieron su momento para mostrar sus habilidades vocales.  Juan Rozoff lo hizo en inglés, francés, castellano, scat, a base de interjecciones,... Todo vale para hacer mover al público, para hacerle participar, vibrar, bailar, para entretener. Incluso un perro de peluche coronando el sombrero (sí, de esos que se colocaban en la bandeja de atrás del coche).

No era la única excentricidad en el vestuario: No faltó una de sus señas de identidad, unos cartuchos en el cinto que sostiene la guitarra. Y es que Rozoff y su banda -se presento en septeto- dispara descargas con groove y fuegos artificiales que sirven de reafirmación a uno de sus lemas: "Somos seres". Sencillo pero inapelable.

Eso sí, la estructura del concierto no fue la esperada. El momento álgido, compuesto de un puñado de intensos minutos, no llegó al final sino que se produjo mediado el recital. Como ya es costumbre, tras el concierto los jardines de la instalación se abrieron para comentar la jugada, refrescar el gaznate y disfrutar de una nueva sesión de ritmos bailables y proyecciones estimulantes.